Estamos en un mundo que tiene muchos temores, entre ellos: temor a la muerte, temor a la oscuridad, temor a los desastres naturales, temor a la enfermedad, pero muy poco, o ningún temor de Dios. Nuestro Señor Jesucristo expresa: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno". (Mateo 10:28)
Al parecer, Dios ya no es el Dios temible, a quien le temían todos los pueblos en la antigüedad, hoy Dios parece mas bien un muñeco de plastilina que puede ser moldeado al antojo de cualquiera, un Dios maleable que se acomoda a los deseos e intereses de cada quien. Sin embargo, quiero recordarles que la Escritura habla de este Dios como el Dios Inmutable, Aquel que no cambia, Aquel que es el mismo ayer, hoy y por los siglos de los siglos, Aquel que con el poder de Su palabra creó los cielos y la tierra, Aquel para quien la tierra es el estrado de sus pies, y Aquel que está airado contra el pecador todos los días. La Biblia no solo nos muestra la grandeza de este Dios Eterno y Todo Poderoso, sino que también nos muestra la vanidad, lo pasajero y lo débil que es el hombre.
Es curioso que el hombre desee y proponga un Dios de plastilina que pueda moldear a su conveniencia, mientras que la Biblia enfatiza en que "el hombre es barro en las manos del hacedor", y precisamente, es Dios quien tiene ese barro en sus manos, por tanto puede hacer con él lo que le plazca, así pues: "Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y Él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?
Y si te preguntas: ¿a dónde nos quieres conducir con todo esto? Deseo conducirlos al principio de una relación correcta con Dios, puesto que, nadie podrá estar en una adecuada relación con Dios, a menos que comience por reconocer quién es Dios y quién es el hombre. Los hombres quieren relacionarse con Dios a su manera, pretenden restaurar la relación rota a causa del pecado, a la manera del hombre y no a la manera de Dios. No obstante, todo comienza por Dios, pues toda alma le pertenece y existe para complacerle a Él. Nosotros le debemos a Él, todo el honor que somos capaces de darle. Darle menos, no solo es deshonra para Dios, sino la causa de nuestra desdicha. Siendo Dios quien es, y siendo nosotros quienes somos, la única relación que debe existir es de completo Señorío por parte de Él y de completa sumisión por parte de nosotros.
La búsqueda de Dios debe incluir el afán de darle a Él todo lo que somos, pues Él es el Señor y nosotros súbditos suyos. Y aquí viene algo importante que debes de saber, querido hermano en Cristo, una vez comiences a hacer esto, es decir, una vez empiezas a tener una relación correcta con Dios, una relación de completo Señorío de parte de Él, y de completa sumisión de parte tuya, casi inmediatamente, comienzas a romper con el mundo.
Cuando Adán pecó en el Edén, rompimos con Dios para unirnos con el mundo, y así anduvimos por mucho tiempo, pero por la gracia de Dios, y por medio de la fe en Cristo, tú y yo ahora entramos en una relación con Dios, y a medida que esa relación se estrecha más y más, entonces rompemos más y más con el mundo al cual estábamos unidos. Probablemente, ésta puede ser la situación difícil para ti, puesto que hoy muchos no tienen ningún problema con el mundo, porque creen que están agarrados de Dios de una mano y con la otra están agarrados del mundo y ¡qué engañados están!; pero querido y fiel cristiano, debes de saber que cuanto más y más estrecha es tu relación con Dios, entonces más y más te sueltas del mundo, y en consecuencia, comenzarás a ser odiado, a ser vituperado y perseguido, pero recuerda que ese odio y ese vituperio no viene por causa tuya. Por tal razón, quiero recordarte las palabras de Cristo:
Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo. Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. (Juan 16:1-3)
Cristo afirma que esto sucede porque no conocen ni a Dios ni a Cristo, ni al Padre ni al Hijo. Ellos no están en una relación de amistad con Dios, porque su Dios es el "Dios desconocido" del Areópago en Atenas, y por eso cuando entras en una relación sincera, genuina, basada en el conocimiento del Dios Santo, por medio de la fe en Cristo, entonces el mundo pensará que el problema está en ti, como pensaron, en aquel entonces, que el problema estaba en Cristo.
Hoy quiero animarte, a que le rindas tu vida completamente a Él, no te conformes con menos, ruega que seas conformado día a día a la bendita ley de Dios, que no es otra cosa que el reflejo del carácter Santo de Dios, y mientras más y más te estés apegando a Cristo, entonces más y más te parecerás a Él, y en consecuencia, más y más el mundo te odiará. Los religiosos de la época te odiarán, los tibios te odiarán, encontrarán en ti la persona perfecta para burlas. Pero tú sigue, no desistas, pon los ojos en Jesús el autor y consumador de la fe, pues tu rompimiento con el mundo será el resultado directo de tu estrecha relación con Dios.
Hoy millones, se llaman a sí mismos cristianos y creen tener algún respeto al nombre de Dios, pero una simple prueba demostrará cuan poco Él es honrado entre ellos. Pregunta a cualquier cristiano nominal quién es el que predomina en su vida, pídele que haga una elección entre Dios y sus ambiciones personales, entre Dios y el yo humano, entre Dios y el amor humano, y Dios siempre tomará el segundo lugar. Todas esas otras cosas serán exaltadas por encima. No importa lo que ellos digan, la prueba de su elección se verifica día tras día con sus obras.
Hermano en Cristo SEA DIOS EXALTADO es el lenguaje de la vida espiritual victoriosa.
Termino con un texto del hermano Charles Spurgeon: "Puedo decir en verdad, ´yo fui enterrado con Cristo hace treinta años´, ciertamente debo estar muerto. Verdaderamente el mundo así lo pensó, pues no mucho tiempo después de mi entierro con Jesús, comencé a predicar Su nombre, y por esos años el mundo me consideró muy trastornado, y afirmó: 'apesta'. Comenzaron a decir todo tipo de cosas malas contra el predicador; pero cuanto más apestaba yo en sus narices, más me regocijaba, pues tenía entonces la plena certeza de que yo estaba realmente muerto para el mundo".
Ánimo hermano, que si apestas para este mundo, regocíjate en que estás muriendo cada día.